Sabemos que son lentos. Y gruñen. Y se ponen nerviosos cuando encuentran las ventanas tapiadas. Pero aún y así vienen y vienen y no cejan en su empeño por zamparse un cachito de carne fresca.Ahora hemos descubierto el método para avistarlos de lejos. Unas gotitas de aceite de girasol ucrainés les hará brillar como a Ernesto de Hannover cerca de una fogata.


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